viernes, 4 de mayo de 2007

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No tengo nada que decir (como aquella hermosa composición de John Cage: 4’33”, donde el pianista, durante 4 minutos 33 segundos, se sienta al piano y no toca ni una sola tecla. Luego, frente a un público asombrado, se para y se va. Es bonito porque él, efectivamente lee la partitura, y pasa las páginas una tras otra, las cuales sólo tienen un gran y único silencio de casi 5 minutos. Por otro lado, Cage también compuso “As slow as possible”, que dura 639 años. Dicha partitura empezaron a ejecutarla en una Iglesia en Halberstadt, Alemania, el 2001 (terminan de tocarla el 2640). Para hacerse una idea de la magnitud de dicha obra, el primer fragmento consiste en 16 meses de silencio, después vienen notas que se traslapan unas con otras en cosa de siglos.
4 minutos de silencio y 639 años de sonido.
La película “Hierro-3”, de Kim-Ki Duk, me maravilló precisamente por una ruptura similar, una ruptura radical respecto de cualquier relato alguna vez hecho película: a lo largo de toda la historia, el protagonista no dice ni una sola palabra. De hecho, los personajes de la historia (3) no entablan más de uno o dos diálogos, brevísimos, de una o dos líneas. “Hierro-3” es para mí un tributo al silencio, a la máxima y más genuina de las pobrezas, esa pobreza que todos llevamos dentro a lo largo de nuestra vida, y que pocos logran maravillarse con su hermosa y fiel compañía), y lo estoy diciendo.

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