viernes, 4 de mayo de 2007

La Rostridad III


Teresa, la protagonista de La Insoportable Levedad del Ser, solía, cuando pequeña, encerrarse en el baño y mirarse fijamente al espejo por un tiempo prolongado. Después de un rato, su rostro le era ajeno, y podía ver algo que le resultaba verdaderamente genuino, suyo; algo que se ocultaba muy por debajo de los rasgos heredados de sus papás. Cuando yo era menor hacía algo similar. Me quedaba mirando en el espejo hasta desconocerme, hasta mirar dentro de mis ojos y quitarme el rostro. Resultaba ser una experiencia maravillosa; poder desprenderse de lo superficial, hasta sentirse como alguien disfrazado de uno, era como si pudiera dialogar en silencio conmigo mismo. A esa edad, me preguntaba qué era eso que tomaba voz cuando el rostro se iba, me preguntaba si era el alma o la mente, y si era así, entonces entendía que las personas eran algo verdaderamente interior, físicamente interior, y el cuerpo era un evidente vehículo, un distintivo público, y que con el tiempo ya nos habíamos olvidado de ello, y con ese olvido no podíamos sino equivocarnos y creer que las personas que nos rodean son esa cara, esas manos, ese cuerpo y esa voz.

1 comentario:

caro fuenzalida dijo...

Me llama la atención el titulo de estos blogs, rostridad... me pregunto que será o que querrá decir y no puedo mas que pensar que tiene que ver con el rollo de lo físico (el rostro) y la identidad. Que de algún modo se trata de la configuración del alma y por ello del individuo, por ello el rostro... reflejo físico de sentimientos a través de la mirada, muecas y semblantes.
Particularmente esta entrada me recordó un párrafo de una lectura de Kundera que empecé hace unos días, se trata de "el libro de los amores ridículos" en donde el autor dice que "el hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que en verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar QUÉ es lo que ha vivido y cual era sus sentido.
Dentro del hecho de mirarse e intentar reconocerse en frente de un espejo encuentro una intención exquisita por entender ese presente del que habla kundera, muy probablemente a esa edad no hayas entendido el valor que tiene la capacidad de "desenmascarse" y ser y sentirse etéreo e infinito...
Lo que me produce mucha tristeza de todo ese hermoso acto de re-conocerse es que normalmente es mas claro hacerlo o entenderlo una vez que aquel súblime momento se halla en perpectiva y lamentablemente ya no estamos enfrente de ese espejo intentando despojarnos de todo aquello que no es mas que un vehículo de energía, el cuerpo en su forma mas fisiológica es un contenedor del alma que siempre en explosión desea que su luz vaya siempre rumbo norte como tus velas al viento.