viernes, 4 de mayo de 2007

La Rostridad I


A veces me pasa que cuando alguien conocido me muestra fotos suyas en donde aparece con personas cercanas a él que yo aún no conozco (supongamos una amiga suya), me enfoco en ella, y basta con saber algún mero dato (su nombre, su relación con él, algo) para que empiece a imaginar más detalles de su vida, cómo es su personalidad, cómo conversa, que tanto aprecia el silencio. Y llega el día en que la conozco, y yo siento que ya la conozco y verla me produce una pequeña emoción. Entiendo entonces la euforia que desatan las estrellas de rock cuando un fanático las ve en vivo. Esa euforia no es más que la puesta a prueba de una ficción, de una hipótesis, es la feliz comprobación de alguien que imaginábamos; el sólo hecho de ver personificada, viva, a esa fuente de creatividad y suposiciones despierta en uno una emoción a veces insostenible. Es el simple y a veces efímero encanto que se esconde detrás de el “me han hablado de ti”.

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