viernes, 4 de mayo de 2007

La AutoInfidelidad II

Un monje budista, muy agradecido de la vida, cada vez que concluía el día volvía a su dormitorio, en donde había una cama, un velador y sobre él una taza. Esta taza representaba para el monje el depósito de todas sus experiencias, por lo que siempre al acostarse, la taza estaba llena de todo aquello que él había aprendido durante el día. Antes de dormirse, a modo de agradecimiento, el monje tomaba la taza y la ponía boca abajo, de esta manera devolvía al mundo todo lo que el sabía y si moría en el sueño, no se llevaría nada consigo. Cada mañana al despertarse, el monje tomaba la taza y volvía a ponerla boca arriba, ansioso de seguir almacenando en ella un nuevo día, pero la taza estaba vacía, entonces el monje se veía obligado a salir al mundo y volver a ver todas las cosas por primera vez, y aprender de ellas, despojado de todo prejuicio y de todo conocimiento.

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