viernes, 3 de octubre de 2008

El Eterno Testigo


Pocas cosas obligatorias debieran quedarnos tan grabadas en el espíritu como la de ser un testigo. Mientras el mundo se ramifica incansablemente en cientos y cientos de nuevos talentos y maravillas, los oídos sordos, los ojos ciegos, la vida a ras de suelo no son otra cosa sino una irreparable pérdida: hay que tener un cantante favorito, y hay que tener un escritor favorito, un deportista, un cineasta, un actor, un pintor, un escultor, un músico, un artista, un arquitecto, un dibujante, un filósofo, un chef, una ciudad, un barrio, un bar, un restorán, un libro, una película. Hay que mirar a otros. Siempre. Hay que admirarlos y vibrar con ellos si ya es que se tiene un poco de energía. Lo mínimo, es mirar el mundo, ser testigos. Pasarse la vida mirándose los pies es vivir tristemente a medias. Ser ciudadanos de baja intensidad es lo último que necesitamos.

Los Hipersensibles


El tipo que vende botellas de agua en el semáforo, sabe que esa botella vacía que agita al viento rellena con papel celofán, es el preciso espejismo que el conductor quiere ver fuera de su sofocante burbuja de calor. Sudar bajo ese sol, con una botella de hielo perpetuo en la mano es su mayor mérito.

El ciego que sube a cantar a la micro, en la enésima vez, saluda con un tembloroso, aturdido y truncado “buenas…”

En el semáforo le digo con sorpresa -“$200?!”-, a lo que él replica marcialmente -“es chuá”-.

sábado, 3 de mayo de 2008

Worldbook | A seis pasos de todo


Una de las ideas más desconcertantes que tuve de niño, germinó en una asoleada tarde dominguera de asado hace muchos años, en una reunión familiar en la casa de un tío, a la que asistieron unos especímenes nuevos en mi universo, denominados “primos de segundo grado”. Mas allá de la impresión, la noción de ese parentesco me hizo pensar, primero, que la familia (lo que entendía por ella), era sorpresivamente más amplia de lo que creía, y segundo, que esa evidente semi-distancia (…se entiende…) de los primos de segundo grado con uno mismo, era señal de que ellos además “tenían su propia familia por su lado”, por lo tanto, tenían primos y primos de segundo grado en otra dirección. Esa simple percepción de simetría (1) me hizo advertir que obviamente sus primos de segundo grado también tenían otros primos, y aquéllos, otros tantos, y así aterradoramente ad-infinitum hasta acabar con el mundo completo en una sola y descomunal familia.

La noción de familia ahora tenía para mí límites inquietantemente difusos, así que por años entendí al mundo y a los desconocidos como reales familiares, no en términos humanitarios ni fraternales, sino efectivamente sanguíneos. Las diferencias irreconciliables entre las partes de esa familia (razas, lenguajes, credos) no eran sino producto de la mera distancia y de todo lo que ella engendra. Con el paso de los años, la inquietud fue desvaneciéndose, hasta que varias manifestaciones la fueron trayendo poco a poco nuevamente a la luz: la teoría de los 6 grados de separación (2), el manoseado concepto de “aldea global”, y Facebook, el por ahora revolucionario Facebook.

Facebook trajo a la superficie todas las ideas anteriores, pero a diferencia de los ideales de la globalización, pone las cosas sobre la mesa de una vez, y lo hace en un lenguaje casi, casi ultra doméstico: la persona que virtualmente está cerca de mí, es una persona vivencialmente cercana a mí. Así empieza, y aún más central: nos conecta a gente desconocida, potencialmente conocible, porque es amigo de un amigo, o porque nos une un amigo en común, y de paso, hace posible también encontrarse sorpresivamente a uno mismo en las fotos de otra persona desconocida, quedando virtuosamente abierta la ventana para contactarse y encontrar una razón de ese bello fenómeno (3).

Facebook es el nombre de una geometría; en teoría, la inquietud que tenía de niño ahora es empíricamente comprobable: es cosa de sentarse frente a Facebook y esperar que la última persona en el mundo acepte en sus contactos a la anterior y cierre el fastuoso y monumental círculo de la titánica y única familia (ahora sí fraternal) que somos todos. Y ahí, volver a hacer el asado.

(1) léase al respecto el post “De las Velas al Viento, la mayor de todas”
(2) léase al respecto el post “La Geometría de los Amigos II”
(3) léase el post “La Rostridad II”

viernes, 18 de abril de 2008

El Ubicuo ( Dos Momentos Imperecibles )


“nada tiene que ver el dolor con el dolor / nada tiene que ver la desesperación con la desesperación / las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas” E. Lihn

Un hombre de pie, paralizado bajo el sol. Frente a él, un templo budista. Detrás de él, una escalera casi eterna subiendo hasta los pies de un buda sentado de dimensiones sobrecogedoras. Entre el hombre y el buda, decenas de personas suben para tocar esa majestuosidad sentada sobre uno de los muchos cerros verdes que forman el lugar. Entre el hombre y el templo decenas de personas; hombres, mujeres, ancianos, niños, depositan con humildes reverencias inciensos prendidos en un ánfora generosa. En torno a ello se oye por todas partes, dulcemente, la música de los monjes budistas. Buda y templo se miran mutuamente; están alineados como una flecha. Esa flecha puede inmovilizar a cualquier hombre que entre en su campo, dejándolo apenas con el aliento como para agradecer al cielo poder estar ahí.


Una mujer entra de noche a una laguna apartada de todo ruido, donde la luna llena es lo suficientemente bondadosa como para enseñarle el camino. Con natural mutismo, la mujer avanza hasta el centro de la laguna, cuando de pronto, maravillada, nota que el movimiento de sus brazos empieza a dibujar trazos de luz en el agua. Nunca ha experimentado, ni siquiera imaginado algo similar; cada uno de sus movimientos queda registrado en la oscuridad del agua con un hermoso haz luminoso. Mientras esculpe la laguna con trazos armónicos y singularmente mágicos, algunos peces cruzan la profundidad como rayos fulminantes de luz perdiéndose hacia la oscuridad.


viernes, 21 de marzo de 2008

El Ermitaño Radiante ( Ignorance is bless )


Hoy, la originalidad no es sino una de las formas de la ignorancia: para ser el primero en algo, para vivir la ilusión de ser el primero en algo, basta con carecer de la información precisa, con desapegarse de las redes globales y su voraz mensaje, que con tono mutilante viene a susurrarnos que hoy en día, lamentablemente, ya todo está hecho.

Las Sonografías


“Ojos que no ven, corazón que siente lo que no ven”.Bertoni
Obligado a cantar para poder oír música, repetí una canción una y otra vez durante esas vacaciones en solitario. Los efectos de la memoria, de esa “hiper memoria” vienen días o años después, cuando esa canción vuelve a sonar de improviso, y me transporta, me hace ver, oler y sentir con increíble fidelidad ese maravilloso instante.

Las Olografías


“Ojos que no ven, corazón que siente lo que no ven”.Bertoni
Paso por un lugar entre dos destinos, un espacio de paso, descuidado, huelo su olor, y estoy inmediata, poderosa, sutil y brevemente en la entrada de un increíble local de comida, en una calle particular, con la luz tenue precisa, conmigo más joven, en un país al otro lado del mundo, que conocí hace muchos años.

Las Tactografías


“It's the sense of touch. In any real city, you walk, you know? You brush past people, people bump into you. In L.A., nobody touches you. We're always behind this metal and glass. I think we miss that touch so much, that we crash into each other, just so we can feel something.” Crash.
El hermano mayor. El tacto; el sentido que debiera rejuvenecer, el sentido que en su envejecimiento se aturde, aquél que lucha por un continuo renacimiento. En esta lucha eterna lo perdemos a ratos. Lamentablemente, no existe tal cosa como las tactografías. Para nuestro bien, todo en él es novedad.

Bailarina BIP


Moño largo y terso, tacos altos, piernas largas, rectas, como clavadas al piso, como tensadas al centro terrestre, la cintura y la minifalda mínimas reglamentarias, las dos manos firmes al tubo. La micro que frena y ella que gira, todos para adelante, pero ella gira, lo hace accidental y hábilmente en torno al tubo, y la mañana que toma un aire nocturno, súbito. Sin siquiera pensar en soltarse, con su pirueta de 180º, su moño proyectado como una lanza nativa, sus tacos despegados por fin de ese inmerecido piso sucio, milímetros suficientes para verla volar, para mutar el día en noche bohemia, la micro en vip, y la gente que alega contra el chofer, no cachando nada.

sábado, 13 de octubre de 2007

La Geometría de los Amigos I

Hace ya algún tiempo que los amigos y la noción de los círculos me son casi una sola y la misma cosa; un bonito coqueteo entre cómo funcionan en un cierto nivel las amistades, y la noción de algo no sólo cíclico, sino también redondo. Alguien me hizo ver una vez que los amigos no son en sí ingratos, sino que cada amigo tiene con uno una relación tácita, rítmica, única, periódica, asociada a tiempos y distanciamientos. Tal idea, de que con cada amigo uno tiene un ritmo propio de reencuentros, que las amistades se dibujan como un verdadero sistema solar, no parece en lo absoluto un misterio, pero la noción de que el distanciamiento con esa persona no es sino la promesa del retorno, me parece, al menos, curiosa y muy bonita. Curiosa porque, como los grandes acontecimientos de la historia, aquellos amigos más lejanos de pronto cobran una inusitada elegancia; una importancia ganada espontáneamente, poniendo pies arriba una de las jerarquías más lógicas y naturales. Hermosa porque alterna la ingratitud y la distancia por un compromiso implícito y silenciosamente agendado.

La Geometría de los Amigos II

Gracias a una larga cadena de circunstancias y casualidades, (idealmente infinita, remontable al día en que los padres de los padres de nuestros padres nacieron) hace 2 años me encontré con una amiga que no veía hace 10 años.
Con el tiempo, gracias a ella, volví a reunirme con otros grandes amigos con quienes había perdido contacto también desde entonces, conocí además a uno de los mejores clientes que tiene la oficina hasta ahora, quien a su vez hizo conocido nuestro trabajo a otros tantos clientes; me incorporó a un nuevo grupo de amigos, del cual conocí a mi actual enamorada, quien resultaría ser prima de la mejor amiga del cuñado de mi mejor amigo, vieja amiga de otra vieja amiga mía, y cuñada de un amigo a quien no veía ni más ni menos que hace 20 años.

El Baile de los Titubeantes

El protocolo lo obligó; hábilmente y con la caballerosidad que exudaba hasta por los poros, no obstante, improvisó un beso en la mejilla de la chiquilla que acababa de reconocerlo entre el bullicioso gentío, sin sospechar que entre su caballeroso gesto y esa lozana piel, se iba a interponer ese tibio y plástico aparato celular que ella, secretamente, hace rato ya llevaba al oído. Ante tal inesperada y ácida burla de la modernidad, cabría preguntarse entonces: ¿quién sintió el beso? La joven al celular, o la persona al otro lado de la conversación?, pero aún más central: quién se bifurca? La chiquilla que habla y saluda al mismo tiempo? El incógnito que oye palabra y beso simultáneamente? O el hombre que galantea y repudia al unísono?. Una hermosa sinfonía de la dicotomía, un mínimo y fugaz instante en que tres extraños coinciden, titubean, y se encuentran, todos ellos juntos, en el inmaculado y encandilante patio de las confusiones.

Te recuerdo Amanda

1./ me compré un paquete de morochas y me salió una museo (la del oso panda.)
2./ me compré un paquete de corbatitas y me salió un espiral.
3./ canté “…suenan las sirenas…” y sonó la alarma del instituto del lucho jara.
4./ y a Bertoni le salió una palta entre la ensalada de lechuga.

TvX II

1./ Una marca nacional de zapatos, en su última campaña decidió cerrar brillantemente sus spots en radio y tv con el siguiente slogan: “Imposible tener uno sólo”.

2./Las diversas y bulladas estrategias que Líder ha llevado a cabo para reducir sus costos podrían ser la única excusa para entender la paupérrima calidad de sus spots radiales. No obstante, podrían aprovecharse aún más de dicha filosofía y retirar definitivamente dichos comerciales del aire, ahorrarse así aún más pesos y gritar a viva voz: “ésta es otra pequeña ayuda de Líder”

3./La inverosímil y revolucionaria ampolleta inalámbrica…no es acaso una vil y silvestre linterna con forma de ampolleta?!!

4./Una de las obras emblemáticas del arquitecto francés Jean Nouvel, fiera vip del jet set arquitectónico mundial de los 90, es el Instituto del Mundo Árabe en Francia, construido en 1987 a base de paredes compuestas por maravillosos obturadores que regulaban automáticamente el paso de la luz al interior del edificio. Eclipsado por el mito, se dice que tal ridícula inversión nunca siquiera funcionó, o que después de un breve tiempo decidieron “apagar” los obturadores por un asunto de ahorro. El punto es que 20 años después, el inconveniente fue hábilmente resuelto por $1990 chilenos; todo gracias a una modelo, tambien francesa, y su shampoo. Hasta hace unas semanas atrás, la escultórica Laetitia Casta aparecía en un spot de TV sacudiendo en cámara lenta su frondosa y brillante cabellera, iluminando cual destello religioso, todo el lugar, bañándolo de reflejos sublimes, encandilando a todos los extraños que la contemplaban asombrados, cayendo todos, irremediablemente, bajo el implacable hechizo (del capitalismo) de su cabellera. La maravillosa Laetitia, el grupo de vacas en el prado que la admiraba, y los reflejos idílicos de su pelo recien lavado, no estaban en otra parte sino que en el mismísimo Instituto del Mundo Árabe.

martes, 12 de junio de 2007

La suela de mis zapatos

Caminar solo por la arena tibia de una playa.
Y caminar inmerso entre la gente corriendo a sus trabajos.
Extraviar la mirada en el horizonte marino.
Y mirarse el uno al otro nariz contra nariz.
Y leer esa novela al sol de la tarde de Abril.
Y leer los labios de un secreto de dos.
Correr despierto con los ojos abiertos a la vida.
Y dormitar bajo el sol y el susurro del resto de las cosas.
Disfrutar de una canción en silencio.
Y disfrutar de una canción gritando con el alma.
Dos teclazos precisos de piano.
Dos movimientos de tu moño largo y oscuro.
Los talones de una mujer sobre el piso tibio.
Y una mujer despidiéndose con su mano al viento.
La silueta negra de un árbol sobre el cielo naranjo.
Y las hojas amarillas cayendo sobre la vereda.
Una mirada eterna sin palabras.
Y una mirada fugaz con alguien en la calle.
La sombra de un parrón de un Domingo por la tarde.
Y las luces de una ciudad nueva desde el cielo.
Comer siempre algo nuevo.
Y disfrutar de esa tostada con mantequilla diaria.
El placer de un ritual íntimo.
Y el placer de perderse caminando.
Caminar escuchando la canción precisa.
Sigur Rós para el alma.
The White Stripes para los huesos.
(Nick Drake y su Pink Moon para leer esta carta)
Y bailar tu canción favorita.
Una y otra vez.
Una conversación larga y rítmica como un baile.
Y un silencio entre dos amigos.
El ciseo de un árbol en Primavera.
El silencio de una ducha tibia sobre los oídos.
Una sonrisa lanzada con los ojos,
Y una lágrima de tanto reír.
Y una lágrima de tanto oír, de tanto imaginar.
La película precisa por la noche,
Y una mañana llena de energía.
Un regalo guardado de tanto tiempo.
Un abrazo y un beso en la mejilla.
Un sincero “te quiero”.
Y un sutil momento de paz.
Un momento juntos.
Y un sutil momento de paz.

martes, 5 de junio de 2007

El Gigante Interior I

Respira hondo.
Piensa en grande.
Canta fuerte.
Corre rápido.
Mira lejos.
Salta alto.
Vive con pasión.

El Gigante Interior II

“Comencé a contar mis pasos desde pequeño. Mientras otros jugaban con sus mascotas y se aventuraban con sus amigos por las cercanías del barrio, yo contaba mis pasos. De esa forma supe que desde la puerta de mi casa hasta un viejo árbol había cuatrocientos pasos. Cuando aprendí a cruzar la calle supe que debía dar cuarenta pasos para atravesarla. Con el tiempo las cosas empezaron a acercarse: el árbol ahora sólo está a doscientos noventa pasos, y la calle la cruzo sólo en treinta. Se me ocurre que algún día podré cruzar la ciudad de una sola zancada.”
Extracto de Santiago en 100 Palabras.

El Truco más Silencioso

A veces pienso que eso llamado “mundo interior” viene de la natural distancia que crece entre el deleite de mirar y oír - de saber dónde y cuándo mirar y oír - y de nuestra capacidad de comunicar, hablar y describir las mismas cosas. Entre esas dos velocidades interiores se acumula irremediablemente un tumulto de miles de imágenes, sonidos e ideas. Aquello que queda entre medio, esa distancia geométrica, esa interioridad viva, nace entonces de la manera opuesta a cómo nacen los trucos de un ilusionista; para nuestro bien, el ojo es aquí cien veces más veloz que nuestra propia mano.

sábado, 5 de mayo de 2007

El guiño Izquierdista


Mientras la molestia de tener que recorrer agitadamente una y otra vez los abarrotados pasillos de Homecenter para encontrar todo lo que necesitaba me agotaba la paciencia, yo ni me sospechaba que en el pasillo 34 me esperaba una maravillosa y sutil insignificancia. Un hombre alto, gordo (gordo), 25-30 años, vistiendo la iconográfica polera con la cara del Che Guevara en el frente, avanzaba distraídamente en dirección hacia mí, realizando un barrido visual de toda la estantería, con movimientos de cabeza cortos, súbitos, más bien propios de un pájaro, auto-exprimiéndose todos los músculos faciales, como ordeñándose el sudor, buscando quizás qué cosa. Lo veo y de manera casi magnética derivé a la enorme cara del Che. Y ahí estaba: uno de los grandes rollos de este voluminoso consumidor, uno de esos pliegues que iban y venían como los bombos de un desfile mientras él caminaba, se ocultaba precisamente detrás de uno de los ojos del líder revolucionario, cruzándolo como una gran cicatriz interior, haciendo que se abriera y cerrara al compás de su paso. Y estratégicamente, al ritmo de esa marcha, fue como si el Che me mirara fijamente y me guiñara un ojo, una y otra vez, como sonriendo, feliz de usar como vehículo a un ingenuo distraído y enorme consumidor de Homecenter.

El guiño Derechista


Otro día de stress ridículo capitalino, agotadísimo anduve corriendo de un lado para otro, así que apenas tuve un breve respiro, caminé dichoso hacia el Unimarc de Vitacura a comprarme algo para comer. Sucede que justo cuando iba a doblar la esquina hacia mi izquierda, me encuentro de golpe con una señora de edad que venía en sentido contrario, caminando un poco más desapegada de la pared que yo. Decidí entonces, con el fin de librarle el paso, acercarme aún más a la pared y dejarle la pasada libre por mi derecha, tratando de escabullirme cortésmente por la izquierda. Ella, ya cuando habíamos resuelto el paso, con asombro y enfado se dio media vuelta, y golpeando su bastón contra el piso una o dos veces, me miró y me gritó de manera ridículamente enérgica: “ES POR LA DERECHA!!”.

De las Velas al Viento, la mayor de todas.


Dos absolutos extraños se cruzan en la calle e intercambian una mirada. Hay acaso algo más maravilloso que eso? Siempre me ha fascinado el hecho de que algo tan simple y cotidiano como ello, sea un ejemplo sublime de belleza, y no lo digo en función de la enorme casualidad que significa que dos personas coincidan en un mismo lugar, en el mismo instante y se miren mutuamente, lo cual de hecho es algo casi mágico; mi fascinación tiene que ver con algo más. Uno camina por la calle, como en un día cualquiera, con algún propósito, con alguna causa, con ideas en la cabeza, con preocupaciones, con el recuerdo inesperado de algo, con alguna expectativa, miedo, esperanza, con cosas olvidadas, con una canción a flor de labios, tarareando, tratando de recordar, esperando algo; uno lleva consigo una carga enorme de “realidad” individual, una realidad única y propia, tejida desde que existimos, llevamos un mundo entero que crece con nosotros, que en cada momento está cuajando en algo: en un propósito, en un recuerdo, en una canción a flor de labios. Y un extraño que se nos cruza en la calle (algo que sucede cientos de veces en una sola caminata) no es más que eso: un extraño más. Y ahí es cuando ocurre para mí algo importante, tan maravilloso como banal: ese extraño también lleva consigo su carga, su río personal de realidad, sus ideas, miedos y canciones tarareadas, su propio mundo, tejido desde hace años, y uno para él, no es más que un extraño. Esa maravillosa simetría es tan fuerte que borra toda la carga que llevamos con nosotros, porque de la misma manera en que nosotros ignoramos (por defecto) el mundo que lleva consigo un extraño en la calle, ese extraño también borra el nuestro, y así es como por un segundo desaparecen todas las jerarquías, todos los “yo”, los “yo y el resto” y por un instante quedamos todos a la deriva, sin peso alguno, despojados de pronto de todo nuestro mundo, afiatados a una fugaz mirada capaz de arrancar de raíz nuestra historia. Y todo ello con el poder de un simple y silvestre cruce de miradas. Algo tan maravilloso y tan enervantemente banal y cotidiano.

Un Pergamino en la Norte-Sur


Hace unas semanas atrás, iba violentamente rápido y apurado por la Norte-Sur, 6 de la tarde y el día estaba algo gris, lo cual agradecí entre tanto agobiante verano. El paisaje era más bien lánguido: autos, camiones, cemento por doquier, industrias grises con chimeneas grises humeando gris (como fabricando las nubes), el horizonte deslucido y una pareja de pololos colegiales besándose en un paradero, el cual tenía como afiche una gran lámina brillante color cobre. Esa pareja de pololos, besándose, apoyados en ese afiche, hizo que todo el enorme y sombrío entorno detrás de ellos fuera como un océano y ellos dos una isla; justo sobre sus cabezas con chapes y gomina, se reflejaba el sol poniente e hizo que el gran afiche los bañara a los dos en sepia. De manera sublime y maravillosa, la pareja de pololos, vestón y jumper, mochilas al piso, se enmarcaron a sí mismos como una verdadera postal, un genuino pergamino, de esos románticos, de feria de artesanía, que dicen que el amor es como una plantita.

Los Nudos y el Cine


1./ David Carradine, ícono de la TV ochentera por su rol en Kung-Fu, se la pasó varias temporadas caminando por el desierto, tranquilo con la flauta y su morral. Caminó harto el hombre. Yo lo veía cuando era chico; me acuerdo de él, íntegro, muy zen, duna tras duna, con la imagen distorsionada por el calor entre él y la cámara. Era un nuevo héroe y su poder se hacía evidente en su fuerza espiritual, en ese vía crucis silencioso que hacía paso a paso por el desierto. Después de la serie, Carradine se perdió de las pantallas (a excepción de la serie “Kung-fu, la Leyenda continúa”…o sea, se perdió igual). Hasta que Tarantino lo revive en Kill Bill. Y lo revive a modo de tributo; como el más duro y malo de todos, el que aparece sólo casi al final, el que le da el nombre a la película, hasta con flauta en mano. Entonces lo hace morir de la manera más miserable e irónica que podrían haberle dado a Carradine: caminando. Yo pienso en los miles de pasos que dio por el desierto, sofocado, sacándose la cresta, y después lo matan dando 5 pasos en el patio de su casa, y lo dejan caer muerto sobre el pastito verde, bien regado, sin que ni siquiera haya peleado un buen combo o una buena patada. David Carradine empezó y cerró su carrera de la misma manera; con un simple paso. Magistralmente irónico.

2./ Jodie Foster hizo “El Cuarto del Pánico” y después “Plan de Vuelo”. En “El Cuarto del Pánico” Foster vive en una gran casa, la cual conoce mejor que nadie, sola con su hija, y donde sólo ella logra tener acceso a una pieza full equipo anti-holocausto, mientras la asedia un par de patos malos que quieren algo que no me acuerdo. En “Plan de Vuelo”, Foster viaja en un gran avión, el cual conoce mejor que nadie, sola con su hija, y donde sólo ella logra tener acceso a un habitáculo especial anti-holocausto, mientras la asedia un par de terroristas (grandes patos malos) que quieren algo que en realidad no importa. Deja vou.

viernes, 4 de mayo de 2007

TvX


01./ En las noticias hablan del desastre que está dejando el Transantiago en la capital y de todos los esfuerzos gubernamentales que se han centrado en dicho asunto. Al mismo tiempo mencionan el enfado que esto genera en las otras regiones del país, pues toda la energía y atención dispuesta en Santiago por el gobierno, a ojos de las autoridades regionales, ha dejado al margen todos los conflictos locales que se viven fuera de la capital. Para graficar esta irritación por el centralismo existente en Chile y por la postergación de las regiones, la escena se traslada de las calles de Santiago a Valparaíso, donde enérgicamente habla el intendente, quien, en cuestión de 1 segundo, alcanza a decir “Chile no es Santiago!”. Y la escena vuelve a la capital.
02./ En un programa de conversación horario prime, invitan en exclusiva a un conocido personaje para que hable de su conflicto con el alcohol, de su experiencia después de haber sido detenido por conducir reiteradamente bajo el influjo del flajelo y de su proceso de rehabilitación en curso. En el momento en que va a responder a la primera pregunta, el mismo entrevistador lo interrumpe: “no me respondas! Porque antes quiero hablarles de nuestro principal auspiciador” y se para junto a un refrigerador de cerveza Cristal, lleno de cervezas Cristal. Mientras el invitado espera en silencio, mirando al conductor del programa, quien además es un muy buen amigo suyo.
03./ Corrían los días en que habían asesinado a Hans Pozo. En el noticiero del mediodía dan detalles exclusivos sobre uno de sus dedos, el cual se acaba de encontrar en algún sitio eriazo de Puente Alto. Concluida la escalofriante noticia, van a comerciales, el primer spot llega con bombos y platillos, anunciando la llegada a Chile de una oreja; la de Van Gogh, quienes de manera maravillosamente sincronizada, vienen dichosos a tocar a Santiago.

Two of a Kind


Un auto me adelantó por la derecha. Su patente empezaba con las letras WC. Más adelante lo adelanté yo, y pude notar que su conductor llevaba una cara de poto infelizmente ad-hoc.

La Rostridad I


A veces me pasa que cuando alguien conocido me muestra fotos suyas en donde aparece con personas cercanas a él que yo aún no conozco (supongamos una amiga suya), me enfoco en ella, y basta con saber algún mero dato (su nombre, su relación con él, algo) para que empiece a imaginar más detalles de su vida, cómo es su personalidad, cómo conversa, que tanto aprecia el silencio. Y llega el día en que la conozco, y yo siento que ya la conozco y verla me produce una pequeña emoción. Entiendo entonces la euforia que desatan las estrellas de rock cuando un fanático las ve en vivo. Esa euforia no es más que la puesta a prueba de una ficción, de una hipótesis, es la feliz comprobación de alguien que imaginábamos; el sólo hecho de ver personificada, viva, a esa fuente de creatividad y suposiciones despierta en uno una emoción a veces insostenible. Es el simple y a veces efímero encanto que se esconde detrás de el “me han hablado de ti”.

La Rostridad II


Una vez miré una foto de una amiga en la que aparecía sentada en el circo, cuando ella era muy chica; era una de esas fotos tamaño carnet que venían dentro de un prisma con lupa incluida para verlas a contraluz. Mi amiga posaba sentada entre sus dos papás; los tres sonriendo a la cámara. Detrás de ellos, en otra fila, aparecía un niño, mirando fijamente al lente también. Ese niño aparecía tan nítido en la foto, que si no hubiera sido por la ausencia de sonrisa en su rostro, uno de inmediato daría por hecho que era parte de la familia de mi amiga. Lo sorprendente es entonces extrapolar la vida de ese niño; pensar que ahora podría tener unos 30 años, su vida armada, quien sabe donde, y de seguro no tiene ni tan sólo un indicio de que alguien, en otro lugar del mundo (tal vez al lado), con quién compartió un espectáculo de circo hace 20 años, tiene una foto de él, una nítida y espontánea foto de él. Y luego uno piensa lo opuesto; quizás en cuántas casas existen fotos de uno, cuántas familias tendrán una foto en donde aparecemos sin ni siquiera saberlo? Cuántas imágenes nuestras andan dando vuelta quizás por dónde en el mundo? En cuántos álbumes familiares estará nuestro rostro sin que nadie lo note?

La Rostridad III


Teresa, la protagonista de La Insoportable Levedad del Ser, solía, cuando pequeña, encerrarse en el baño y mirarse fijamente al espejo por un tiempo prolongado. Después de un rato, su rostro le era ajeno, y podía ver algo que le resultaba verdaderamente genuino, suyo; algo que se ocultaba muy por debajo de los rasgos heredados de sus papás. Cuando yo era menor hacía algo similar. Me quedaba mirando en el espejo hasta desconocerme, hasta mirar dentro de mis ojos y quitarme el rostro. Resultaba ser una experiencia maravillosa; poder desprenderse de lo superficial, hasta sentirse como alguien disfrazado de uno, era como si pudiera dialogar en silencio conmigo mismo. A esa edad, me preguntaba qué era eso que tomaba voz cuando el rostro se iba, me preguntaba si era el alma o la mente, y si era así, entonces entendía que las personas eran algo verdaderamente interior, físicamente interior, y el cuerpo era un evidente vehículo, un distintivo público, y que con el tiempo ya nos habíamos olvidado de ello, y con ese olvido no podíamos sino equivocarnos y creer que las personas que nos rodean son esa cara, esas manos, ese cuerpo y esa voz.

( )


No tengo nada que decir (como aquella hermosa composición de John Cage: 4’33”, donde el pianista, durante 4 minutos 33 segundos, se sienta al piano y no toca ni una sola tecla. Luego, frente a un público asombrado, se para y se va. Es bonito porque él, efectivamente lee la partitura, y pasa las páginas una tras otra, las cuales sólo tienen un gran y único silencio de casi 5 minutos. Por otro lado, Cage también compuso “As slow as possible”, que dura 639 años. Dicha partitura empezaron a ejecutarla en una Iglesia en Halberstadt, Alemania, el 2001 (terminan de tocarla el 2640). Para hacerse una idea de la magnitud de dicha obra, el primer fragmento consiste en 16 meses de silencio, después vienen notas que se traslapan unas con otras en cosa de siglos.
4 minutos de silencio y 639 años de sonido.
La película “Hierro-3”, de Kim-Ki Duk, me maravilló precisamente por una ruptura similar, una ruptura radical respecto de cualquier relato alguna vez hecho película: a lo largo de toda la historia, el protagonista no dice ni una sola palabra. De hecho, los personajes de la historia (3) no entablan más de uno o dos diálogos, brevísimos, de una o dos líneas. “Hierro-3” es para mí un tributo al silencio, a la máxima y más genuina de las pobrezas, esa pobreza que todos llevamos dentro a lo largo de nuestra vida, y que pocos logran maravillarse con su hermosa y fiel compañía), y lo estoy diciendo.

La AutoInfidelidad I

Cada vez que uno se enfrenta a un proyecto debiera olvidar todo lo que sabe, volverse amnésico, y volver a mirar las cosas como por primera vez, despojado de toda experiencia, de todo prejuicio, de modo de volver a conocerlas; es en cierto sentido aprender a ser infiel con uno mismo, y rechazar de raíz todas las continuidades, los estilos.
Al mismo tiempo, en cada proyecto uno debiera dejarlo todo, entregarse de manera absoluta, volcar lo que se tiene como si no hubiera nada que reservar ni atesorar.
Uno tiene siempre que olvidar lo que se tiene,
y uno tiene siempre que sacar fuera lo que uno es, y cada proyecto debe ser siempre como la primera y última cosa que hacemos.

La AutoInfidelidad II

Un monje budista, muy agradecido de la vida, cada vez que concluía el día volvía a su dormitorio, en donde había una cama, un velador y sobre él una taza. Esta taza representaba para el monje el depósito de todas sus experiencias, por lo que siempre al acostarse, la taza estaba llena de todo aquello que él había aprendido durante el día. Antes de dormirse, a modo de agradecimiento, el monje tomaba la taza y la ponía boca abajo, de esta manera devolvía al mundo todo lo que el sabía y si moría en el sueño, no se llevaría nada consigo. Cada mañana al despertarse, el monje tomaba la taza y volvía a ponerla boca arriba, ansioso de seguir almacenando en ella un nuevo día, pero la taza estaba vacía, entonces el monje se veía obligado a salir al mundo y volver a ver todas las cosas por primera vez, y aprender de ellas, despojado de todo prejuicio y de todo conocimiento.