sábado, 13 de octubre de 2007

El Baile de los Titubeantes

El protocolo lo obligó; hábilmente y con la caballerosidad que exudaba hasta por los poros, no obstante, improvisó un beso en la mejilla de la chiquilla que acababa de reconocerlo entre el bullicioso gentío, sin sospechar que entre su caballeroso gesto y esa lozana piel, se iba a interponer ese tibio y plástico aparato celular que ella, secretamente, hace rato ya llevaba al oído. Ante tal inesperada y ácida burla de la modernidad, cabría preguntarse entonces: ¿quién sintió el beso? La joven al celular, o la persona al otro lado de la conversación?, pero aún más central: quién se bifurca? La chiquilla que habla y saluda al mismo tiempo? El incógnito que oye palabra y beso simultáneamente? O el hombre que galantea y repudia al unísono?. Una hermosa sinfonía de la dicotomía, un mínimo y fugaz instante en que tres extraños coinciden, titubean, y se encuentran, todos ellos juntos, en el inmaculado y encandilante patio de las confusiones.

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