martes, 12 de junio de 2007

La suela de mis zapatos

Caminar solo por la arena tibia de una playa.
Y caminar inmerso entre la gente corriendo a sus trabajos.
Extraviar la mirada en el horizonte marino.
Y mirarse el uno al otro nariz contra nariz.
Y leer esa novela al sol de la tarde de Abril.
Y leer los labios de un secreto de dos.
Correr despierto con los ojos abiertos a la vida.
Y dormitar bajo el sol y el susurro del resto de las cosas.
Disfrutar de una canción en silencio.
Y disfrutar de una canción gritando con el alma.
Dos teclazos precisos de piano.
Dos movimientos de tu moño largo y oscuro.
Los talones de una mujer sobre el piso tibio.
Y una mujer despidiéndose con su mano al viento.
La silueta negra de un árbol sobre el cielo naranjo.
Y las hojas amarillas cayendo sobre la vereda.
Una mirada eterna sin palabras.
Y una mirada fugaz con alguien en la calle.
La sombra de un parrón de un Domingo por la tarde.
Y las luces de una ciudad nueva desde el cielo.
Comer siempre algo nuevo.
Y disfrutar de esa tostada con mantequilla diaria.
El placer de un ritual íntimo.
Y el placer de perderse caminando.
Caminar escuchando la canción precisa.
Sigur Rós para el alma.
The White Stripes para los huesos.
(Nick Drake y su Pink Moon para leer esta carta)
Y bailar tu canción favorita.
Una y otra vez.
Una conversación larga y rítmica como un baile.
Y un silencio entre dos amigos.
El ciseo de un árbol en Primavera.
El silencio de una ducha tibia sobre los oídos.
Una sonrisa lanzada con los ojos,
Y una lágrima de tanto reír.
Y una lágrima de tanto oír, de tanto imaginar.
La película precisa por la noche,
Y una mañana llena de energía.
Un regalo guardado de tanto tiempo.
Un abrazo y un beso en la mejilla.
Un sincero “te quiero”.
Y un sutil momento de paz.
Un momento juntos.
Y un sutil momento de paz.

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